ENRIQUE VILA MATAS, DESAPARECIENDO. Entrevista de Quim Pérez


Amenaza con que, tarde o temprano, se apartará. Pero antes de desaparecer definitivamente, Enrique Vila-Matas nos concede unas palabras a raíz de su nueva novela, Doctor Pasavento (Anagrama). ¿Serán las últimas? En cualquier caso dice seguir inventándose, confundiéndose entre realidad y ficción... De hecho, ¿quién nos asegura que esta entrevista no es inventada o está a punto de desaparecer?


¿De dónde viene tu pasión por desaparecer?


Últimamente, de la sensación de castigo que tiene uno cada vez que publica un libro y se ve obligado a dejar lo que pensaba seguir escribiendo para pasar a resumir (y por tanto a trivializar), ante los medios de comunicación, ese libro que acaba de publicar y que le dio largas satisfacciones a lo largo de los dos años que estuvo escribiéndolo, pero que de pronto pasa a ser para él una pesadilla. No hace mucho imaginamos con el escritor francés Jean Echenoz qué le habría pasado a Kafka si le hubieran estado preguntando, noche y día, en una campaña de prensa, qué representaba su escarabajo en La metamorfosis –será mejor decir La transformación, como pide Jordi Llovet–. Al final uno acaba aburriéndose del escarabajo, del tema de la desaparición y de la madre que los parió. Al final uno se pregunta para qué escribió meticulosamente un libro de cuatrocientas páginas para acabar hablando en la televisión (“a propósito de su nueva novela”, te dicen) del Premio Planeta y de Maria de la Pau Janer.


¿Desaparecer es el gran reto del escritor actual?


Tengo tantas ganas de mantenerme apartado de ese mercado editorial que Juan Marsé ha calificado de pret-à-porter, como de vivir una gran aventura que diera un sentido inesperado a mi vida. Pero yo sé que una aventura de ese estilo no es tan fácil de vivir. De modo que, mientras la espero, me contento con saber que al menos puedo escribirla, es decir, me contento con imaginarme y escribir una aventura del mismo modo que en Doctor Pasavento imaginé y puse por escrito la historia de una deserción, de un portazo. Creo que, por otra parte, tampoco es tan deshonesto ni horrible contentarse con el portazo escrito, y a veces puede hasta tener sus ventajas. Más de uno –el poeta Philip Larkin, sin ir más lejos– ha escrito una obra maestra gracias a no atreverse a dar el famoso portazo. Si leemos su poema “Poesía de los abandonos”, veremos lo bien que va, a veces, no llevar a la práctica –salvo escribiéndolo– todo lo que uno desea y no acaba de decidirse a hacer en la vida real. Dicho de otro modo: en lugar de dar el portazo (que aplaudirán hasta los tontos), escribir un buen poema. Tal vez incluso sea un mejor negocio.A tus personajes les incomoda el mundo, o no encuentran su lugar en él, pero esto no les inmoviliza sino que los impele a una huida-búsqueda.Exacto. Aunque tal vez no sea tan exacto. Siempre he sospechado que esa huida-búsqueda puede, a veces, resultar demasiado forzada: “Pero me iría hoy / de no ser porque sería tan forzado: un tan premeditado paso atrás/ para crearse un objetivo, un fin”. De nuevo Larkin.


¿El escritor que busca desaparecer puede también leerse como una reivindicación del escritor que escribe frente al que sólo pretende figurar?


En cualquier caso, debo decir que todo es posible desde que voy diciendo por ahí que, tarde o temprano, me apartaré. La puerta cada día está más abierta. A mí lo que me gusta es estar en casa escribiendo mi libro, me lo he pasado siempre muy bien escribiendo, esbozando una obra incierta, y en los últimos años aún me lo he pasado mejor. Envidio –seguramente tú ya lo sabes– a un anciano venerable como Julien Gracq, al que ya dejan todos en paz mientras él sigue con sus Carnets du Gran Chemin. ¿Qué daría yo por estar ya en el Gran Camino?


Robert Walser se añade a la larga lista de escritores “invitados” en tus obras (Pessoa, Hemingway, Kafka, etc.). ¿No te es posible escribir sin un “invitado”?Los grandes libros no han salido nunca de la nada, generalmente han salido de la experiencia vital, pero también de la experiencia lectora del autor, que ha leído a otros autores que influyen en lo que escribe. Algunos tienen en sus escritos la diferencia de citar a esos autores; otros no lo hacen. Yo, en mis últimos libros, cito a muchos autores, es cierto. Pero no es tan cierto que las citas sean reales, muchas las invento. Hay un notable juego de imposturas en lo que yo hago desde mi libro Impostura, al que seguiría Historia abreviada de la literatura portátil, libro hipercargado de citas inventadas. Creo que, como dice Juan Villoro, practico una literatura de investigación: leo a los demás hasta volverlos otros. Este afán de apropiación incluye mi propia parodia, como puede observarse en París no se acaba nunca, por ejemplo.


Esa literatura de investigación, ¿tiene un método?


Sí. Y, según cómo se mire, ese peculiar método tiene puntos en contacto con el famoso “procedimiento” que inventó Raymond Roussel y que él mismo reveló en ese texto impagable titulado Como escribí algunos libros míos. Roussel escogía dos palabras casi semejantes. Por ejemplo, billard y pillard. A continuación añadía palabras idénticas, pero tomadas en sentidos diferentes (como yo tomo en sentido diferente muchas de las citas de mis autores preferidos) y con ello obtenía, digamos que casi cibernéticamente, un par de frases casi idénticas. Una vez encontradas las dos frases automáticas, se ponía a escribir un cuento que pudiera comenzar con la primera y terminar con la segunda. En otras palabras, lo dislocaba todo y le salían unas historias muy extrañas que jamás surgían de su capacidad inventiva sino de su método científico. Roussel fue un autor total. Y, por supuesto, muy raro, tan raro como las historias que le salían.


¿Qué te atrae más de Walser, su vida o su obra?


Robert Walser es el héroe moral de Pasavento. En eso Pasavento y yo nos parecemos. De Walser he admirado siempre la extrema repugnancia que le producía todo tipo de poder, y su temprana renuncia a toda esperanza de éxito, de grandeza. Siempre admiré su extraña decisión de querer ser como todo el mundo cuando en realidad no podía ser igual a nadie, porque no deseaba ser nadie, y eso era algo que, sin duda, todavía le dificultaba más llegar a ser como todo el mundo. Y además siempre he admirado esa caligrafía suya que, en el último periodo de su actividad literaria, antes de recluirse en manicomios (cuando se volcó en esos textos de letra minúscula conocidos como microgramas), se fue haciendo cada vez más pequeña, hasta el punto de que lo llevó a sustituir el trazo de la pluma por el del lápiz, porque sentía que este se encontraba “más cerca de la desaparición, del eclipse”.


“Pensé en lo mucho que los escritores aparecían en mi vida, en mis sueños, en mis textos” has escrito en esta última novela. ¿Me pregunto si esta escritura letraherida es una enfermedad a la que buscas antídoto o, al contrario, es el antídoto contra una enfermedad?


Cuenta Baroja en sus memorias que le preguntaron a un andaluz si se llamaba Gómez o Martínez, y este respondió: “Es igual. La cuestión es pasar el rato”. Pues bueno, lo mismo podría decir yo ahora del antídoto o de la enfermedad. Da igual, pasemos el rato


La rue Vaneau se une a la lista de calles significativas dentro del imaginario vila-matiano (travesía del Mal, passeig de Sant Joan, etc.). ¿Qué tiene de especial dicha calle?


Tiene una farmacia, la Dupeyroux, cada día más visitada por los turistas españoles que han leído Doctor Pasavento. Al paso que van las cosas (un paso nada lento / tratándose de Pasavento) no me extrañaría que esa calle fuera muy pronto un parque temático.


Me pregunto si me encuentro ante Enrique Vila-Matas o ante el Doctor Pasavento ¿Qué distancia hay del uno al otro?


La que hay entre el que llegó puntual a las ocho de la tarde del 16 de diciembre de 2003 a su cita con Atxaga en la Cartuja de Sevilla y el que también llegó a esa cita, sólo que exactamente un año después. Y es que Pasavento siempre llega después a todo. Para tú poder entrevistarle tendrás que esperar un año, ya verás.

Sostengo una teoría sobre tus libros, considero que son conversaciones con otros personajes (Shandys, hijos sin hijos, Kafka, Bartlebys, ventrílocuos, incluso contigo mismo cuando eras otro y estabas en París, con suicidas ejemplares, etc.). La construcción del otro, podría denominársela. Hay algo que me intriga ¿estas conversaciones son para huir y alejarte de ti mismo o son conversaciones para llegar a ti mismo por medio de otros?


Como esta entrevista también es una conversación con otro, vamos a considerarla un libro o, mejor dicho, un breve libro, un opúsculo rousseliano, si te parece bien.


Podría decirse que en tu caso la máxima "Conócete a ti mismo" se convierte en "Invéntate a ti mismo".


Hablando de invenciones, voy a decirte algo. Mira, andar con dos piernas no es tan natural como creemos, pero al menos hay que reconocer que es una invención humana que nos honra.


Por último quisiera hacerte una confesión personal y es que siempre he ansiado no aparecer en un libro tuyo sino convertirme en un personaje vila-matiano per se. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo reconocer si ya lo soy?


Para acceder a ese status tienes que estar de acuerdo conmigo en que, tanto tú como yo, cuando ponemos un clavo para fijar algo en la pared, pensamos siempre en todo lo que ocurrirá antes de que volvamos a sacarlo. ¿De acuerdo, señor Pérez? ¿O eres Martínez? Da igual, incluso si eres Pasavento. Tienes exactamente un año para contestarme.

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