TRES NOVELAS DE HERMANN HESSE. Por Valmore Muñoz Arteaga


Es probable que uno de los escritores más leídos por la juventud mundial en los últimos 35 ó 40 años sea el alemán Hermann Hesse, quizás a ello se deba su reducción a escritor juvenil, malogrando con el mote toda una filosofía de vida expuesta en miles de páginas, miles de reflexiones, miles de acordes de una sinfonía universal. Sus trabajos son todos fundamentales, uno es un complemento del otro; sin embargo, son los tres los que pueden situarse entre los libros publicados más famosos y más leídos de mundo: Demian, Siddhartha y El lobo estepario. La primera es publicada en 1919 trata de un niño llamado Emil Sinclair y su proceso de aprendizaje espiritual. Un niño que abandona la candidez y los temores propios de la infancia al conocer a un enigmático compañero de aula llamado Max Demian. Demian le transmite a Sinclair una visión diferente al mundo abonado por la religiosidad y las tradiciones familiares. Sinclair abre los ojos a las contradicciones de la vida aburguesada llevada hasta ahora. La segunda fue publicada en 1922, trata del joven hijo de un brahmán que abandona la casa en busca de la verdad y la liberación. Parte a la aventura con su amigo Govinda, quien lo acompañará hasta un trecho del camino donde se separan. Siddhartha no halla lo que está buscando en ninguna secta o mesías religioso, cuya sed de saber conduce al mundo de los sentidos y, finalmente, al río por el que discurre la vida. El tercero de los libros, quizás su obra más celebrada, aparece en 1927. Aquí el protagonista es un quincuagenario enigmático y solitario al que no se le conoce ocupación alguna, se refugia en una pensión de la que sólo sale ocasionalmente. Un día desaparece dejando en la pensión un cuaderno de notas en donde narra su existencia de lobo estepario, que comprende una extraña velada en el Teatro Mágico.

Tres novelas, realmente, contundentes. En las cuales pueden encontrarse la ideas que desvelaron a Hermann Hesse durante toda su vida y que coronaría en la que sería su última obra maestra El juego de los abalorios. Tres novelas que comprenden los años de entreguerras y la visión que sobre ellas se forjaría un espíritu dominado por la paz, la armonía y la vehemente búsqueda de una conciencia que pudiese respirar por encima de la realidad, su realidad de lobo estepario.

Demian es la primera grande obra de Hesse, a pesar de que ya había publicado Peter Camenzind y Bajo la Rueda. Podríamos decir que la novela nace un 12 de septiembre de 1917, ya que, afirma Hesse que esa noche tuvo un sueño en donde se le había aparecido el protagonista de la novela. Al inicio de la novela, el lector, encontrará una especie de declaración de principio: “Quería tan sólo intentar vivir aquello que brotaba espontáneamente de mí ¿Por qué había de serme tan difícil?” Esta breve introducción presenta los grandes temas que se desarrollarán a lo largo del libro. Frase que hace más curiosa cuando notamos que Demian es el libro del despertar de Hesse como artista y como hombre: “es el primer libro que publica Hesse después de su noche oscura” (Alicia Thiele) Hesse entiende que la obra intenta, básicamente, desarrollar la fantasía de los lectores y su capacidad de pensar e imaginar el mundo, advirtiendo que cada quien debe hacerse de sus propios medios parta encontrarse: “La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero. Ningún hombre ha llegado a ser él mismo por completo; sin embargo, cada cual aspira a llegar, los unos a ciegas, los otros con más luz, cada cual como puede”.

Emil Sinclair, que es Hesse mismo, vive entre dos aguas, dos mundos definidos perfectamente y que, por si fuera poco, eran radicalmente antagónicos. Un mundo lleno de luz, conformado por su familia, la religión, el orden, la escuela, las tradiciones burguesas; y, un mundo oscuro poblado por la servidumbre, historias de sombras y chismes de escándalos. Los dos mundos muchas veces se confunden y entrelazan, incluso en la seguridad de la vida hogareña del pequeño Emil. Demian es un entramado en donde Hesse se luce como traductor de los estados emocionales de los adolescentes, con sus miedo y preocupaciones, quizás se deba estos a que no creemos que Hesse abandonara del todo su propia juventud, permaneció aferrado a ella por muchos años. Es probable que a esto se deba lo que anotábamos arriba, que su obra es más apreciada por los jóvenes, que se identifican con cada personaje rebelde que abundan en sus páginas. En otra novela corta titulada Klein y Wagner, Hesse vuelve a manejar la temática de la niñez-juventud así como lo hizo en Demian. Los hombres, con excepción de algunos seres privilegiados, sólo en la niñez y primera adolescencia, son capaces de profundas transformaciones. Esto lo exploto muchas veces Hesse. Escribe Alicia Thiele: “El adulto ya no hace más que clavarse hacia adentro las espadas con que iba a conquistar el mundo; trata de adaptarse, de asegurarse”. A lo que apunta Erich Kästner, escritor alemán de novelas infantiles: “La mayoría de las personas abandonan su infancia como a un viejo sombrero. La olvidan como a un número de teléfono que ya no sirve. Antes eran niños, luego se hicieron adultos, pero ¿qué son ahora? Sólo aquel que se convierte en adulto pero sigue permaneciendo niño, es un ser humano” Más o menos en esa onda se encontraban J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis, más adelante Michael Ende.

Entre los otros temas planteado por Hesse en Demian se encuentra el de la existencia de un linaje, el linaje de los elegidos. Un linaje que nace de sus innumerables lecturas de Nietzsche. En la novela se habla de una raza de seres superiores que se alzan entre la muchedumbre con autoridad. Estas ideas hicieron que algunos asumieran a Hesse como un auspiciador del fascismo alemán, aunque sus planteamientos artístico poco tuviera que ver con Hitler y sus ideólogos.

En otro capítulo vuelve a asomarse la bigotuda fisonomía nietzscheana. En el episodio de Caín y los dos ladrones puede verse al filósofo golpeando a martillazos el ideal cristiano y que había asesinado con sus propias manos a Dios. En el capítulo se deja leer el espíritu transgresor de Hesse. Sinclair se encuentra en plena pubertad después de haber perdido el contacto con Demian, nuevamente se encuentran en las clases que los prepararán para la Confirmación. Durante estas clases, Demian desnuda toda su teoría acerca del poder mental con la siguiente idea: “Cuando un animal o un hombre orienta toda su atención y toda su voluntad hacia una cosa determinada, acaba por conseguirla [...] Si observamos a un hombre con atención suficiente, acabaremos por saber de él mucho más que él mismo”. Más adelante agrega, entrando en detalles bíblicos: “El espectáculo de las tres cruces alzándose juntas sobre la colina es imborrablemente sublime. Pero luego viene esa anécdota sentimental del buen ladrón. Ha sido toda su vida un criminal, ha cometido Dios sabe cuántas infamias y ahora se derrite y llora arrepentido y contrito. ¿Quieres decirme qué sentido tiene este arrepentimiento a dos pasos del sepulcro? No es más que una anécdota devota, dulzona y falsa, suntuosamente aderezada y con un fondo muy edificante. Si hoy tuvieras que elegir por amigo a uno de los dos ladrones o meditar en cuál de ellos podrías depositar mejor tu confianza, no elegirías a ese converso plañidero. Escogerías, desde luego, al otro que es un tipo con carácter”.

Un dato interesante en Demian es la inclusión por parte de Hesse de la doctrina jungiana. La novela está repleta de las teorías de Carl Gustav Jung. “Cada uno de nosotros contiene el ser total del mundo, y del mismo modo que nuestro cuerpo integra toda la trayectoria de la evolución, hasta el pez e incluso más atrás aún, llevamos también en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas de los hombres. Todos los dioses y todos los demonios habidos, sean entre los griegos, los chinos o los cafres, todos están con nosotros, están presentes, como posibilidades, deseos o caminos. Si toda la humanidad muriese con la sola excepción de un niño medianamente dotado, este niño superviviente volvería a hallar el curso de las cosas y podría crearlo otra vez todo, dioses, demonios y paraísos, mandamientos, antiguos y nuevos Testamentos”.

Tres años después publica Siddhartha. Esta novela parte de lo narrado en un cuento publicado por Hesse en 1910, llamado La leyenda del rey indio. En esta novela, Hesse, volverá otra vez al mundo de su juventud, a los cuentos que su madre le narraba, “sus luchas y sus amores, un pedazo de vida ascética y contemplativa, visiones de viajes, anhelos de calma y perfección, todo se funde en la vida de Siddhartha” (Thiele). En 1920 inició la redacción de lo que sería la primera parte de la novela. La segunda parte no fue iniciada hasta que se logró sumergir en el estudio y la meditación. Durante este período Hesse inició su amistad con Jung, quien le asesoró y lo guió en los vericuetos del mundo del psicoanálisis. El contacto de Hesse con la India no sólo viene por las estancia de sus padres y de su abuelo en el misterioso mundo, sino que él mismo emprendió dos viajes hacia ella. El primero en 1911, viaje que significó una gran decepción para él, ya que estando en el corazón espiritual del mundo se dio cuenta de cuán occidental era.

La novela nació con el visto bueno de la crítica y los lectores, fue la obra que acercó a Hesse a un público aún más amplio. Nace la moda Hesse entre los jóvenes ya hastiados de la Europa de entreguerras pusieron los ojos, a través de los de Hesse, en Oriente. “El impacto social de la novela fue asimismo muy importante en Estados Unidos, aunque su publicación llegaría a los lectores anglosajones con tres décadas de atraso” (Katinka Rosés Becker). Uno de los escritores estadounidenses que más insistió en la importancia de esta novela fue Henry Miller, quien en 1948 se empeñó apasionadamente en que se tradujera al inglés la novela, además de ofrecerse a hacerle una introducción.

Hesse parece inspirarse en la vida del legendario Buda, marcando cierta distancia, ya que en uno de los capítulos estos se encuentran y tienen una conversación fundamental en la historia. El Siddhartha de Hesse no es más que la reformulación de la vida del Siddhartha real. Sobre esto apunta Ziolokowski: “A ambos se les atribuye el haber sido los primeros entre sus prójimos, cuando niños, en todas las competiciones. Buda dejó a su mujer y a su hijo recién nacido para convertirse en un asceta: Siddhartha abandona a su amada Kamala y a su hijo no nacido aún con igual finalidad. Ambos pasan un período entre los ascetas, aprendiendo la práctica del yoga. Buda pasó seis años meditando en la ribera de un río; Siddhartha pasa sus últimos años junto al río, en donde le llega su revelación final... una visión del mundo como simultaneidad y totalidad”.

Si intentamos un adjetivo para la novela este no sería otro sino búsqueda, búsqueda del sentido del mundo y de sí mismo. Una búsqueda que algunos críticos han dividido en dos partes denominándolas de esta forma: a) una primera parte en donde se narran las cuatro nobles verdades: La verdad del sufrimiento, de la causa del sufrimiento, de la cesación del sufrimiento y hacia la cesación del sufrimiento; b) una segunda parte que surge de la cuarta noble verdad: Noble sendero óctuple: visión, emoción, discurso, acción, vida, esfuerzo, conciencia y meditación perfectos.

Qué tantos lectores atrajo Hesse hacia sí, no podemos determinarlo, lo que sí podemos afirmar es que tradujo con bastante éxito al gusto occidental la sabiduría oriental, en la que el budismo es preponderante. Durante la década de los sesenta nació una moda hacia lo oriental, por un lado, la poderosa influencia ejercida en la juventud la música de los Beatles, quienes agregaron a su repertorio parte de esa sabiduría, fundamentalmente a través de las canciones de George Harrison, y por otro lado, la literatura de Hesse. Sin embargo, Hesse no será el primer intelectual en ver al budismo una posibilidad al materialismo abundante, ya Schopenhauer y Nietzsche lo habían descubierto.

Sin embargo, la obra que catapultaría a Hesse a la inmortalidad es su malinterpretado Lobo estepario. Y afirmo malinterpretado debido a un epílogo escrito por el mismo Hesse en 1941: “Siempre me ha parecido que El Lobo estepario es el libro mío peor comprendido de todos y con más frecuencia, y son numerosos precisamente los lectores aprobadores y hasta los entusiastas, y no los recusadores, los que se han manifestado sobre el libro de una manera sorprendente para mí”. Con esta introducción se hace cuesta arriba intentar algunas palabras acerca del libro, pero siempre he creído que la interpretación de un libro o una pieza artística es una actividad en donde no se involucra el creador, es algo sumamente íntimo entre la obra y el espectador, bajo este salvoconducto me destino a tejer algunas líneas sobre El lobo estepario.

La novela nace en un momento de esparcimiento espiritual y emocional de Hesse, quien estaba próximo a cumplir los cincuenta años. En ese momento viví una segunda adolescencia en los bares de Zurich, así como muy bien lo aprendieron a hacer Emil Sinclair y Peter Camenzind. En enero de 1927 concluyó el original para aparecer en junio en las principales librerías de Suiza. En ella Hesse se aventura por los caminos de la psicodelia que se pondrá de moda a finales de los años 60, en vista de ello, la novela sería tremendamente difundida dentro del movimiento hippie europeo y norteamericano.
Esta novela conjeturó la ruptura de Hesse con todo cuanto había trabajado hasta ahora, algunos la asumen como su obra más occidental. “Tanto en lo personal como en lo creativo, el autor se había propuesto dejar atrás toda su etapa anterior y partir de cero” (Katinka Rosés Becker) La novela es una aproximación al expresionismo que empezó a influir en la literatura alemana alrededor de 1910 como reacción frente al naturalismo y el impresionismo, que se preocupaban principalmente de la representación realista de la existencia, el nuevo movimiento tenía por objeto la expresión o representación de los sentimientos, experiencias y reacciones interiores del artista o escritor. Defendía el retorno del hombre originario y el nacimiento de una humanidad libre y más reflexiva de sus propias posibilidades. Hesse enjuicia al mundo contemporáneo desde ojos contemporáneos con medios contemporáneos. El paisaje propio de las primeras obras de Hesse que rayaba con sus experiencias románticas fue sustituido por la ciudad, por míseros bares y cabarets donde los últimos bailes eran la prerrogativa. La ciudad se hacía protagonista del relato, bajo su égida, el autor construía y destruía las bases de la modernidad.

La obra se sostiene sobre la base ya expuesta por Goethe en el Fausto acerca de la doble identidad que se debate en el alma del hombre. En el caso Hesse, una doble fase licantrópica que lucha por imponerse. Por momentos domina el hombre, pero en otros asume la dirección el lobo. Es la guerra de los mundos de Hesse. Un mundo interior en donde Goethe y Mozart asumen el rol modélico de conductas y un mundo exterior sensual en donde reina jazz y las emociones fuertes, algo similar al doble mundo en la vida de Sinclair.

Un tema que aparece en El lobo estepario y en otros obras de Hesse como, por ejemplo, Bajo la ruda, es el del suicidio. Durante casi toda la obra Harry Haller coquetea con la idea de quitarse la vida no bien arribado a los cincuenta años. Inmediatamente nos viene a la mente el largo historial de escritores que hicieron del suicidio una delicada herramienta literaria, una vena que tiene en Goethe y su Werther el más importante icono, pero que también incluye a poetas de la altura de Hölderlin, Novalis, Heine, entre otros. Alguna vez se le acusó a Hesse de promover el suicidio con sus obras, específicamente El lobo estepario, a lo cual respondió: “Usted ha tenido la comprensible necesidad de endosar a otro parte de la culpa paterna que le corresponde por la muerte de su hijo, y lo hizo en mí mediante una carta que no es cortés, ni prudente [...] Si se hubiera esmerado en leer y entender ‘El lobo estepario’ hubiese advertido que no es la historia de una decadencia, sino la una crisis y salvación y que Harry no es un decadente, sino un individuo capaz de vivir” Cosa que no hace el protagonista de Bajo la rueda, Harry se mantiene vivo y salvado de su propia miseria burguesa.

El lobo estepario es un libro visionario, tanto como visionarios son La metamorfosis y El proceso de Kafka, ya que describe a la perfección la locura que representaron los años veinte, la alegría y jolgorio que se escondía detrás de una libertad mal disfrutada. Años veinte que escondían en sus intestinos la podredumbre y la más oscura miseria humana, en el corazón de la libertad de los años veinte se incubaban los huevos del basilisco: el fascismo y la guerra.

Hesse es un tipo de escritor capaz de experimentar renacimientos. No se me hace raro ver a alguien con un libro suyo en las manos, ávido de nuevas emociones y excelsos sentimientos. Un mundo acéfalo de sentimiento, Hesse se transforma en un puente eminentemente necesario por su poco convencional tratamiento de la sensibilidad, por su rebeldía juvenil aún vigente. La obra de Hermann Hesse es una camino hacia un mundo que sobrepasa las expectativas de la cotidianidad de nuestro mundo real. Demian, Siddhartha y El lobo estepario pueden ser consideradas perfectamente novela iniciáticas hacia un pensamiento universal en donde el espíritu es siempre protagonista.

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