Cartas a la Extraña. Por José Barroeta (1942)
I Por ti, por tu nombre y por la codicia de tu nombre comienza el espíritu. He dejado de pertenecer al concepto y aun cuando no concluye de repartir su oro mi inconsciente tú, para que vuelva cargada de muertos la infancia, abdicas a favor de otros resplandores. Me escondo en el follaje para que no arrastres la simpleza de mis ojos. Cualquier descubrimiento que haga dentro o fuera de ellos significa la pérdida del agobio que precede la vida del poeta antes o después del amor. Como en tiempos de fuga mis carnes son lanzadas a un bosque sin rostro, incitadas por el temor de morar en el centro de otras, como las tuyas, que más que la vida recuerdan los desnudos de Amadeo Modigliani. Una especie de aire devastador asistía nuestras presencias; lo ilusorio se tornaba sílaba sórdida, muladar, sangre de gusano de seda en víspera de muertos. En tales ocasiones yo me revestía de una inmundicia púrpura, domaba mis sueños para que no escucharas los sonidos. Cuando ya te supe perdida, tú estabas pr